Hambre y miseria en la Educación Canaria, ¡se robaron la lata del Gofio!

En Canarias, la educación vive una paradoja tan mítica como la propia San Borondón, la famosa isla que aparece y desaparece en las leyendas. Así son las promesas de inversión de este gobierno: dicen ser reales, pero nunca terminan de materializarse. Y no, no son ciertas.

En 2023, solo un 4,63% del PIB se destinó a educación, muy por debajo del mínimo recomendado del 5%. En 2024, la cifra se redujo aún más, quedándose en un escaso 4,2%. Si sumamos el déficit acumulado de años anteriores, deberíamos estar invirtiendo como mínimo un 8,59% del PIB para ponernos al día, pero la realidad nos sitúa en la dura realidad: agua y cebolla.

¿Qué significa esto para nuestras islas?
En una tierra donde el gofio es sinónimo de sustento y fuerza, parece que la educación pública se queda cada vez con menos "gofio". Las aulas carecen del personal y recursos necesarios, y el profesorado debe hacer verdaderos malabarismos para suplir las carencias. Mientras tanto, los estudiantes canarios ven cómo sus oportunidades se evaporan, como si fueran arena llevada por el viento. Cada día hay menos vegetación (recursos), que sustenten esa arena y les obliga a volar lejos de nuestra tierra o a desaparecer en la insignificancia de cada vez más minúsculos granos de arena, reducidos a la insignificancia y desprecio. El desprecio de unos representantes públicos que no ponen cemento y agua, para que sean grava que construya nuestro futuro de Canarias.

La Educación Concertada: ¿Parche o Solución?

En teoría, los colegios concertados son un recurso temporal para cubrir emergencias. Sin embargo, en Canarias esta "solución" se ha convertido en la norma. Decenas de familias no encuentran plazas en la pública, viéndose forzadas a optar por un sistema que perpetúa la desigualdad. ¿Es esto lo que queremos para las futuras generaciones?

En Canarias, sabemos que para coger lapas hay que mojarse. Y así mismo, los docentes de la pública están dejando la piel para mantener un sistema educativo que, a menudo, parece diseñado para fracasar. Con ratios de estudiantes que superan lo razonable, falta de material didáctico y unas infraestructuras que en ocasiones son un peligro, el esfuerzo de los profesores es lo único que evita que el barco educativo desaparezca como el Fausto, no se da por hundido, pero nadie sabe dónde está.

Renunciemos a las palabras vacías y abracemos los hechos.

Canarias necesita algo más que palabras y promesas. Si no invertimos en educación, no solo estamos hipotecando el futuro de nuestros jóvenes, sino también el de nuestras islas. El profesorado no puede seguir "mojándose para coger lapas" mientras las administraciones se desentienden de sus responsabilidades.

La educación es mucho más que una inversión económica: es la base para que Canarias deje de ser esa tierra que solo espera migajas y comience a construir un futuro sólido y realmente sostenible, siendo conscientes de dónde venimos, pero teniendo claro a donde vamos y cómo llegaremos: con inversión y mucho trabajo.

   
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